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CERMI.ES semanal el periódico de la discapacidad.

viernes, 28 de enero de 2022cermi.es semanal Nº 467

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"4,32 millones de personas con discapacidad,
más de 8.000 asociaciones luchando por sus derechos"

Incluidas

Carmen Lafuente, bióloga del CSIC

El sí por delante

28/01/2022

Blanca Abella

Aunque está acostumbrada a ir superando barreras, Carmen parece sorprenderse cuando en su relato recuerda algún momento difícil. En uno de ellos, el más tedioso, ha tenido que luchar contra todo un ministerio para poder ocupar una plaza de Bióloga Interna Residente (BIR). Pero Carmen no pierde la sonrisa en su relato, se siente feliz y no cree haber afrontado demasiados obstáculos a causa de su discapacidad visual. Eso sí, tiene claro que nadie le ha regalado nada, ni la carrera ni el BIR, que aprobó con las mismas oportunidades que el resto de compañeros, ni la oposición al CSIC que le ha procurado un trabajo fijo entre los mejores científicos del país.

Carmen Lafuente, bióloga del CSICEl glaucoma congénito de Carmen ha requerido ciertas atenciones, numerosas intervenciones y un especial cuidado médico, gracias a eso, conserva un resto visual que ella valora y agradece. Con esa actitud positiva, su infancia transcurre con total normalidad, en un colegio ordinario, donde convive con sus compañeros como una más, de hecho, casi se extraña cuando le preguntas si sufrió algún tipo de discriminación, acoso o exclusión. 
 
En las primeras etapas contó con el apoyo de profesores de la ONCE ya que “aprendí a leer a la vez tanto en tinta como en braille”. Por lo demás, y en un intento constante de quitar importancia a su proceso inclusivo, Carmen relata a grandes rasgos algunos detalles de su vida escolar: “He sido bastante autónoma y básicamente lo que necesitaba era que los profesores contasen lo que estaban escribiendo en la pizarra y poco más, siempre he encontrado apoyos por todas partes”. 
 
Y como ha sido siempre una buena estudiante, tanto para las asignaturas de letras como para las de ciencias, pudo elegir la carrera deseada, que era Biología sanitaria: “Sobre todo porque trata la parte clínica de la biología y también me gusta mucho la neurociencia y había asignaturas de neurobiología”. Tuvo la precaución de visitar con anterioridad la universidad donde estudiaría y presentarse ante los responsables para advertirles de su discapacidad. La recibieron sin mayor problema y la invitaron a iniciar allí sus estudios, asegurando que no encontraría ningún obstáculo. 
 

Nervios espinales pintados de colores

 
A pesar de todo, en su primer año de carrera tuvo lo que ella define como “una reunión difícil”, pues algunos profesores le preguntaron qué iba a hacer después de acabar el grado. Acababa de comenzar el primer cuatrimestre y estaban interrogándola sobre lo que decidiría cuatro años después, por eso ella explica sorprendida: “Les contesté que en el primer cuatrimestre de la carrera seguro que ningún estudiante sabía qué contestar”. Pero se lo habían preguntado a ella, incluso la invitaron a cambiar de idea, animándola a escoger una carrera como matemáticas, o estadística, que son más mentales y menos visuales. “Les dije que no, que me gustaba biología sanitaria y quería hacerla”. 
 
Con las ideas muy claras y una seguridad de la que carecen muchas jóvenes, Carmen se puso manos a la obra y finalmente logró convertir a esos profesores incrédulos hasta el punto de recibir felicitaciones y su agradecimiento por lo que ella les había enseñado como estudiante. Recuerda con cariño al profesor de Anatomía, de los que se mostraron más reacios al principio, aunque al final resultó uno de los mejores en toda la carrera: “Un día estábamos estudiando los nervios espinales, que son los que salen del cerebro hacia las extremidades superiores y recorren el cuello y cervicales; ese día llegué a casa con todo el cuello pintado porque me fue dibujando por dónde iba cada nervio”. 
 
Con la sonrisa puesta en ese recuerdo, Carmen explica que “casi todos los profesores han sido así, se han volcado, han buscado mil formas para que pudiese hacer las prácticas, en las de microscopio, por ejemplo, adaptábamos una cámara al microscopio y se podía ver en una pantalla más grande … le hemos dado muchas vueltas a las cosas para que pudiera hacerlas y me lo han enseñado todo, por eso sé hacer lo mismo que cualquiera de mis compañeros”. 
 
Carmen Lafuente, bióloga del CSICSuperada esa etapa con una nota media de 7.5, decidió examinarse para el BIR, la formación sanitaria especializada para biólogos, bioquímicos y biotecnólogos. Lo consiguió a la primera en apenas nueve meses de estudio. Así, en abril de 2019, cuando supo que su plaza en la especialidad de Bioquímica Clínica era en el Hospital de Basurto, en Bilbao, viajó a la ciudad unos días antes de comenzar la formación, para contarles que era una persona con discapacidad visual. “Todo eran pegas, todo fue mal, hasta los programas que utilizaban eran inaccesibles, y donde no se quiere ni se tiene voluntad, tampoco hay que ir dándose cabezazos”. Volvió a casa y pidió el cambio al Hospital Ramón y Cajal de Madrid, donde obtuvo una respuesta parecida. 
 

Una plaza a medida en el Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla

 
Entonces empezó la lucha en los despachos, explica Carmen, nada menos que con el ministerio de Sanidad: “Les decía que, si me habían dejado presentarme al BIR, me tenían que buscar una solución”. Empezó ella sola, aunque siempre con el apoyo de sus padres, fueron ellos los que la animaron cuando parecía rendirse, “tú te lo has ganado, lúchalo”, le decían. Pero hubo un momento muy duro, que llegó con una notificación del ministerio de Sanidad, donde avisaban que iba a perder los derechos de la plaza porque sus capacidades funcionales son limitantes para ejercer su puesto de trabajo.
 
“Me enfadé mucho, sentí mucha rabia e impotencia, me sentí fatal porque en ningún momento se me ha regalado nada y si he podido sacarme la carrera, puedo sacar el BIR”. Fue entonces cuando recibió el apoyo de la ONCE y el CERMI, que la acompañaron en su reclamación y en las reuniones posteriores. Gracias a este refuerzo y la intervención también del responsable del Sector Sanitario y Sociosanitario de Ilunion, Eusebio Azorín, lograron contactar con un hospital que estaba dispuesto a adaptar su puesto para que Carmen accediera por fin a la plaza que había logrado en el BIR.
 
El hospital Virgen de la Macarena de Sevilla dijo que sí desde el primer momento, “querían afrontar este reto y ser pioneros en esta iniciativa, tener una persona con discapacidad visual haciendo el BIR y estaban encantados”. Carmen fue a Sevilla una semana entera para hacer un recorrido por todos los laboratorios y puestos que iba a cubrir y ver cómo se podían adaptar: “Yo no sabía si se iba a poder o no, pero lo importante es intentarlo y una vez se intentara y se hiciera todo lo posible, si no se podía, pues no se podía”. Pasó en Sevilla una semana muy intensa, “incluso de diez horas diarias, probándolo todo, agradecida, muchísimo, lo pusieron todo a nuestra disposición, todo el personal volcado y todo lo íbamos solucionando con telelupas, o con el programa informático zoomtext y otras adaptaciones”. Por fin, en julio de 2021, dos años después de aprobar, el ministerio notifica que le otorga la plaza en el Hospital Virgen de la Macarena de Sevilla.
 
Carmen siente una gran satisfacción tras muchos meses de lucha, a pesar de lo injusto que resulta tener que reclamar algo que uno se ha ganado con esfuerzo y trabajo, con mucha capacidad y tesón, pero sobre todo se siente orgullosa de haber logrado “dar la vuelta a la decisión de todo un ministerio”. Evita el término ‘demostrar’ porque no cree que ella deba demostrar más, ya demostró tener suficiente capacidad cuando superó la carrera y los exámenes del BIR. 
 

¡Sí se puede!

 
Sin embargo, como es una joven inquieta, en esos dos años que anduvo peleando por sus derechos, también continuó labrando su futuro y decidió estudiar un Máster en Comunicación Científica y, a continuación, presentarse a unas oposiciones al Consejo Superior de Investigaciones Científica. De nuevo logró superar todas las pruebas y justo cuando le otorgaban la plaza BIR en el hospital sevillano, logró también una plaza por oposición a un trabajo que reconoce que también le apasiona: “Me gusta mucho todo el tema de la divulgación y estar en el CSIC me parece un lujo, un honor, estar con la crème de la crème de la investigación española”. 
 
Aunque está muy ilusionada con su plaza, reconoce que le dio mucha pena lo de Sevilla, “porque había mucha ilusión puesta y habría sido un proyecto muy bonito”, pero también entiende que se ha abierto una puerta para otra persona que quiera hacer el BIR y sepa que “allí la van a recibir con los brazos abiertos”. 
 
“Ha sido bastante tedioso”, afirma Carmen con cierto malestar, y explica: “Que en el año 2021 tengamos que estar todavía luchando con estas cosas, cuando con otras se nos llena la boca con la palabra inclusión y que te den una negativa desde el principio sin darte una oportunidad… Las personas con discapacidad somos las primeras realistas con nosotros mismos y conocemos nuestras limitaciones; si veo que no puedo, lo digo, pero hay que intentarlo, porque como se ha demostrado en Sevilla, ¡¡sí se podía!!"
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